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sábado, 9 de agosto de 2014

LA CARRETA BRUJA,





Escrito por: Edgardo Reyes

Chente "el malo" era un hombre sin fe, una negra noche buscando riqueza y poder, mientras caía  una inusual tormenta eléctrica, en un oscuro rito realizado bajo un palo de amate, vendió su alma al diablo, a cambio debía destruir la iglesia del pueblo.
 
El 15 de mayo, día de San Isidro Labrador,  luego de la misa, se realiza la bendición de las carretas y las herramientas para trabajar la tierra,  esa mañana el padre siguió con la tradición, para que los campesinos tuvieran buenas cosechas y prosperidad, cuando le toco el turno a Chente, este puso su carreta  frente a la entrada de la Iglesia, el padre  tomó el agua bendita y le hizo una señal a Chente.

-Hijo acerca tus bueyes y la carreta para que pueda bendecirla.

-Chente puso cara de chalado, le lanzo una mirada con rabia, los ojos rojos, legañosos y desorbitados, su boca salivaba en exceso y con voz carrasposa de ultratumba le contesto.  

-Mira señor cura, mi carreta no necesitan su bendición, mi señor Satanás ya la bendijo; y ahora voy a cumplir con su mandato.

El cura alarmado lanzo agua bendita a Chente, y fue como ácido sobre  su piel, estaba purificando su cuerpo endemoniado, los bueyes al ser rociados con agua bendita cayeron de rodillas y bajaron la cabeza como haciendo una reverencia,  Chente entro en pánico y azotó a los animales para que entrar a la iglesia en tropel según su plan original, pero estos no respondieron y se echaron a media calle. El cura siguió rociando agua bendita y Chente al verse llagado de su rostro y sus manos, clavo la puya a los bueyes, estos dieron una cabriola, y  rompieron las coyundas; la carreta salió disparada como una bala de cañón en dirección opuesta a la iglesia. Chente corrió tras ella blasfemando.  El padre le maldijo.

-Chente por ser enemigo de Dios, y tratar de destruir su santa iglesia, te condeno a que vagues por la eternidad en tu carreta endemoniada. 

Las buenas personas del pueblo entraron a la iglesia detrás del padre y rezaron todo el día para pedir protección contra el mal que se les avecinaba. Desde ese día la carreta bruja se pasea todos los viernes por los pueblos donde sus habitantes pierden la armonía, al filo de la media noche se escucha el chirrido de una carreta en lo profundo de los llanos y viene acercándose lentamente, congela la sangre con su  traca, taca trarata. 


Un tiempo después...

Era la media noche, Juan y Chilo se persignaban cada vez que el tecolote o la aurora cantaba, permanecían cuidando el café de la corta del día, el camión había tardado en llegar,  lo mas probable es que a Foncho se le arruinara su vieja carcacha, un camión  ford  de los años 60´s, si ese era el blen ya les toco amanecer.

-Juancho, yo creyba que hay viene.

-Está diciendo lo mismo desde hace ratones primo.

-Es quioy el ruido del motor se oye cada vez mas cerca.

-Ha de ser pues.

-ya vi las luces, hay viene Foncho por fin.

-Por si acaso tenga lista la mecha, chero, hay que tenerla cargada y ojo al Cristo mano.

Foncho llegó por fin, cargo con sus ayudantes las sacos y luego se despidió de Juan y Chilo, nos vemos cheros, hoy no los puedo llevar voy con mucha carga, si no ya saben.

Los dos empezaron a caminar rumbo al pueblo, no estaba muy lejos a una legua nomas, lo malo era que ya daba la media noche.

-Es lora de los espantos Juancho.

-Cayese por la puerca no ve que nos está salando, esos oyen todo y si les teme entonces se le aparecen.

-No seya culiscunqui, puya aste si ques culillero.

-Mire chero los malos espíritus existen, y lo mejor es respetarlos, no vaya ser el diablo.

Caminaron a paso aligerado, con el machete desenvainado y la escopeta cargada por si las moscas, el cielo estaba gris negro, de vez en cuando se apartaban las nubes y la poca luz de la luna  reflejada en los árboles hacía sombras que les jugaban furiosas poses y corrían hacia ellos en un tropel fantasmagórico que parecían apoderarse de sus espíritus temerosos.

De repente el eco trajo un traca traca de las ruedas de una carreta que se desplazaba a lo lejos, los dos amigos se echaron una miradita de terror.

 -Quizá a ño Atanasio  le agarro la tarde también. 

-Asi mero, por codo se lo lleva Judas, prefiere echar 4 viajes en su carreta que pagar un pikap  para que le lleve el café. 


Un escalofrío recorrió los cuerpos de cada uno de los amigos, cuando avistaron el cementerio.

-Juancho siempre que paso por el camposanto a media noche me agarra la culillera.

-A mi también, chero, usté solo pase y si oye un ruido o un cuchicheo  no volteye a ver pa´ningún lado. 

-Juancho me pesan la patas y se me acalambran.

-Camine ligero chero. 

El ruido de la carreta se hizo cada vez mas  cercano y a la vez intolerable, los dos amigos sintieron de nuevo un frió helado recorriéndoles la espalda que les helo la sangre, al escuchar el aullar lastimero de los perros se les erizaron los pelos, llenos de miedo vieron como los chuchos corrían despavoridos de un lado para otro y sintieron la carreta pisándoles los talones. Sin decir palabra alguna y con el corazón queriendo huir de sus cuerpos dándoles tetuntazos en el pecho, corrieron como alma que lleva el diablo, y sin saber cómo, se saltaron un cerco de dos metros de alto, se apachurraron detrás de unas lapidas y cerraron los ojos, temblorosos los dos y llenos de culillera. rezaron toditas las oraciones que de chiquitos sus abuelitas les enseñaron, prometieron a Dios se buenos por el resto de sus días. 

Frente a ellos estaba una carreta desquebrajada que avanzaba lentamente, sin bueyes que la guiaran, tenía un hedor pútrido, en las puntas del estacado llevaba una calavera humana con una grotesca mueca infernal. La carga de la carretera consistía en un promontorio de cadáveres decapitados y ensangrentados que se retorcían como tentáculos de mil pulpos. Los arrieros, en vez de cabeza tenían un manojo de zacate mal amarrado, en la mano izquierda aseguraban una filuda cuma y en la mano derecha un enorme azote negro, danzaban como si bailaran sobre brazas calientes,  y con risas infernal, hacían estallar latigazos que sonaban como furiosos rayos sobre las carnes de aquellos cuerpos; Tras ella avanzaban seres extraños con cabeza calva y plana, sin nariz y rostro muy arrugado, con tremendo hocico desdentado, gritaban los nombres de todas las personas del pueblo que eran mentirosas, falsas e hipócritas, por fin pasó frente a ellos y muy despacio se alejó. ninguno de los amigos se atrevió  a mirar, solo escucharon los lamentos de ultratumba.

Juan y Chilo no recuerdan como despertaron en su casa, pasaron 3 días sudando con fiebre alta y la mirada extraviada, desde ese día ya no se dejan agarrar de la noche.

En la actualidad, la carreta siempre recorre los viernes las calles de pueblos y ciudades solitarias en busca de almas perdidas. Si te agarra la media noche y escuchas el traca taca matraca, no te detengas y corre a un lugar seguro.

 Un cuento de Edgardo Reyes


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