La barranca
del Berrido era sumida hasteldiablo,
y pasaba todo el día de tarde. Amanecía tapada con nubes; allá por las diez, se
despejaba dialtiro y se véiyan clarito los morados del
guarumal, y el verde prieto de los sunzas, jabillos y manuelión; y por allá, ispiones, uno quiotro mulato o guachipilín en flor.
Al puro jondo, allá onde se oiba roncar el río, se apiñaba el
güishcoyolar cimarrón, entreverado deish canales bravos, erizados de cachos filudos y
cundido de hormiga perra.
Aquella
palazón en la escurana taba siempre sin viento, quedita,
oyendo, como si jugara descondelero con
el sol. Agazapada, contenía el juelgo, y
al verla parecía como el cadávere de una montaña. Los querques volaban
sobre ella, olisquiando el jediondo del río shuco y podridoso.
El sargento
Vanegas paró de bajar; y, recostado en el tronco oloroso de un bálsamo, miró pa bajo,
buscando entre las ramazones el miedo diun trapo. Nada se movía, ni nada se óiba. Sólo el golpear del río, en la
panza de tarro del eco; y el grito deshilachado de algún guauce que llamaba a su pareja.
—¿No sienten
ustedes un cierto tujo de piro?
Los
soldados aletiaron las narices, y uno de ellos respondió, no muy seguro:
—Endeveritas,
mi sargento...
—Nos
vamos a descolgar ái para bajo. Me quito una oreja si no hallamos mamazo. Este
juraco tiene todo el talante diuna sacadera gorda, y que vastar chilosa de sacar.
Empezaron
a bajar, por los derrumbaderos de tierra deslizosa, negra y olorosa a hoja podrida. Se
apoyaban a ratos en la culata del calibre; o se agarraban de las puntas de los
guayabos y de los cojones, que crecían en abundancia debajo de aquellos enormes
matapalos, apercoyados aquí y allá, en la sombra llena de
mosquitos, zancudos y hormigas, y olorosa a telepate.
Al jondo se oyó de pronto un disparo. Fue
como si se rajara un conacaste: los ecos hirvieron, y de espumarajo en
espumarajo lo levantaron con quebrido de tablitas, hasta que rebalsó y la
barranca se chupó de nuevo el silencio.
Los
soldados se pararon, ensamblando los tacones para enraizarse. Se quedaron
esperando, mientras tiraban el óido al tranquil que siguió, como se
avienta una atarraya. El sargento Vanegas los empujó con un gesto.
—Ese jue
tiro de escopeta...
—Algún
venadiante...
—Andenle
con tanteyo, mucha; si tiran, de necesario, que seya al bulto, sin asco.
***
Estaban
en el fondo de la barranca. Parados en los pedregones azules del cauce,
miraban, idos, la correntada olisca que pasaba juerte entre las peñas, dando saltos
como si jugara pelota con los gatos. La chorrentera interminable les había
tapado las bocas con una mano terca, de ruido. Un remolino, profundo
como el umbligo del Diablo, caminaba por lo largo de
la poza hasta meterse en las cuevas del paderón, para salir otra vez,
como debajo diagua, en
el mismo lugar. Con un bramido de perolón, que llevaba por dentro gritos
de cipote, risas de vieja, serruchos y martillos, trenes, lloridos y uyasón de chuchos, la chorrera caiba dende bien alto, en gradas de vidrio, hasta
lo más encuevado de la poza. Llovía eterno, sobre las grandes hojas de los
quequeshques y sobre el talpetatal picado de viruela, onde cada juraco era un espejito diacuis.
Los raizales formaban tramazones,
debajo de las cuales el agua aleñaba como murciégalo morigundo.
Saltando
de piedra en piedra, a guiños de ráiz y trepazón de breñales, los seis soldados
llegaron a un desvío cortado a pico, en una escurana jría que desembocaba en el río. Con una
seña, el sargento los enzanjó por aquella tragadera del infierno.
Caminaban
en blando, sobre arenita fina. Arriba, el cielo mostraba su reventadura de caimito dulzón, en la cual pringaba
ya la primera estrella como semilla briyosa.
Al recuesto de la escurana, embolando el tetuntal, corría entre el agua llorona un piro
que jedía a rojo, como en cluaca de curtiembre. La húmeda y la
sombra subían en llamas negras hasta muy alto, lambiendo los muros del cañón yahumando los charrales en lo alto del precepicio. Apersebido el calibre, los seis de la chichera
avanzaban valientes, empujando una cortina de sordera.
Trepaba y
trepaba el arenal; y Vanegas, que iba al frente, al descruzar un recodo, mandó
hacer alto. Ya casi no se véiya.
La última clarencia de
la tarde se bía ido diluyendo en la tinta del sombríal espeso; y apenas una moradez
de arena quedaba, como cuando queda azúcar al jondo del café. Un bulto cheloso
acababa de sumirse en la cantera, como una araña de pañal.
—¡Alistéyense!
Lo dijo
bajito y sereno. Se véiya nomás que aquel era su ojicio. En aquel aguarde breve,
se oyó, claramente, cómo las seis lenguas de acero de los calibres se
tragaban la bala, chasqueando, sin mascarla. Dos jlores de fuego brotaron al cruce de la
garganta, rajando con su estrépito el vidrio de la montaña. Los ecos fueron arrimerando las detonaciones con jactancia,
como monedas de plata.
A una
seña del sargento, todos se echaron de panza, al desperdigo, escogiendo al azar
la mampuesta. Fue aquella barranca como una guarida de rayos en brama,
despedazándose unos a otros amordidas por la hembra, aquella raya oscura
trazada firme en la montaña por el puñal de los siglos.
***
Saliendo
a la orla del embudo de aquella tremenda barranca del Berrido que una hora
antes hiciera honor al nombre, cuatro hombres en fila, jadeantes y
ensangrentados, pararon al pie de los pinos. Traiban las manos a la espalda y
los dedos gordos bien socados con pita. Sosteniendo al último, que apenas caminaba,
el sargento Vanegas, calibre en bandolera, los pastoriaba delgado y sereno,
echado atrás el quepis y un puro entre los dientes.
—Arrepónganse
tantito, desgraciados.
Jalando
un macho barcino, cargado con ollas y trebejos, asomó un soldado. Amarró y
se tiró en la grama a la bartola.
—¡A la
gran babosa, mi sargento, es bien jodida esta lagor!...
—Date por
suertero, desgraciado... ¿No bis visto cómo quedaron panzarriba tus
cheros?
—Dice
bien, Vanegas, ya vide que Dios nos quiere...
—O no nos
quiere... asigún...
El viento
de la noche chiflaba tristemente en los pinares.
CUENTOS
DE BARRO ---SALARRUE---
Sería bueno agregar el significado de los regionalismos como guarumal...que significa,jabillo, etc.
ResponderEliminarGracias por el comentario, lo tendremos en cuenta, a partir de este fin de semana,(por cuestiones de tiempo) pondremos los Vocabularios del modismo del lenguaje cuscatleco.
EliminarPor el momento le comento que GUARUMAL es... un Grupo de guarumos.
y un GUARUMO es un Árbol euforbiáceo de savia láctea, de hojas grandes y lobuladas, y de una coloración general grisácea o plateada
JABILLO es un Árbol euforbiáceo, cuyo fruto contiene un jugo lechoso y venenoso