Junto al
remanso del crepúsculo, los volcanes eran tetuntes oscuros. Como una
tinaja de barro quemado, la noche se hundía en el agua dorada, descurriendo
estrellas por el flanco. En aquel callar de tren descarrilado, los árboles
se oiban shushushar con un frescor melodioso de pasadero de acequia. Viraba el
mundo de bordo, como para echar el ancla en el tranquil projundo del
corazón.
—Pabla...
La Pabla
hundió más la cabeza en el refajo. Sus trenzas prietas resbalaron hasta tocar
el suelo, dionde chupaban, como ráices, la idea de un morir, con mucha
tierra.
—Testoy
hablando...
—¡Irte,
irte de mi lado, engrato que me bis arruinado!
—¡Pero,
si nues nada, usté; no siamelarchiye, ya le va pasar!...
—¡Sí,
pue, le va pasar pue!, ¿y nués casado, pue?...
—Sí, pero
yo a vos te quiero y tiastimo, no siapesare por babosadas.
El llorido
arrastrón de la india corría, como un hilito de dolor, sobre el silencio
ricién arado. El lucero, sobre el cerro cercano, mirándolo fijo, gotiaba
sangrita.
El indio
la envolvió por la espalda y confundió con las de ya sus crenchas lacias.
Al óido, muy bajito, le dijo:
—¿No me quiere,
pue?
El llanto
se agravaba. Los pechos de mango maduro de la Pabla , bogaban debajo del huipil, subiendo y
bajando tembeleques, como las frutas que el río mete en las cuevas de las
pozas.
—¿No me quiere,
pue?... ¿No me quiere, pue?...
Las manos
alfareras del indio iban apretando, torneando, deslizándose inspiradas sobre el
barro cálido de la esclava. Ella, ya sin gemir, alzaba la cabeza llorona y
abría anhelosa la boca, con un pasmo de renuevo, dejándose llevar por la
corriente, en vuelcos de ahogada. Se desmayó en sus hombros, entornados los
ojos borrachos de lágrimas, y desflorada la boca de fruta picada por los
pájaros. Él la desgajó de la tierra como de un racimo y, con la
precisión de la costumbre, tomándole el refajo por la punta, la mondó
como a un plátano. Su desnudez era apretada y mielosa.
***
La tinaja
de la noche se había rajado al flanco y el agua de oro discurría, encharcándose
al oriente. Una brisa morada bailaba desnuda en la playa oscura, antes de
echarse al agua. La frente del cerro palidecía, avizorante ante la
inundación del cielo. Un projundo frescor oloroso, brotaba a borbollones
de la tierra. La Pabla se tapó la cara con el yagual moreno de su brazo:
—¡Irte,
irte de mi lado, engrato que me bis arruinado
CUENTOS E
BARRO ---SALARRUÉ---
Cuales son las caracteristicas costumbrista de la tinaja alguien q me ayude en eso xfa
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