El antiguo tronco de la ceiba madre de la hacienda,
se hundía, como inmensa pata de gallina, en el estercolero del corral. Era
verano. La ramazón escueta se abría en el azul del cielo, como una
extraña flor de hierro. De las vainas reventadas, volaba el algodón:
vellón de nube, gracia de la brisa costeña... Cada arruga del tronco era
como un nervio de montaña. En los nudos hechos por los siglos, había
cabezas de monstruos terroríficos: pensativas gárgolas, no extrañas en aquella
catedral de pájaros, románica en el tronco y bizantina en la copa. En el
ábside roñoso tenía una ventana oscura, ojival, a la cual ponía vitral de
verdes y brillantes hojas, una parásita prendida guindo abajo.
Luciano
Pereira quería trepar, a ver qué había allí dentro. Moncho, el corralero, con
el balde a media leche y el rejo en el hombro, trataba de disuadirlo:
—Te va
joder una culebra, gran baboso...
Luciano subía
ya, por la doble cuerda de una persoga que había logrado trabar en un gancho.
—Ai state;
no te vayás, O; guá encender un jójoro y te guá decir qué veyo.
Sin soltar el
balde, entreabierta la boca y arrugada la frente por el claror del Amanecer,
Moncho lo miraba trepar sin gran esfuerzo y sonreiba al carcular la travesura.
Llegó Luciano
al juraco; en una mecida alcanzó el borde, donde agarró con su
pie de barro valiente; y en un momento estaba acondicionado, ispiando
pabajo, curioso y
cabeceante como un oso colmenero.
—¿Qué
mira, cheró?
Luciano se
dignó sacar la cabeza y mirar al corral.
—No veyo
tantito, hombre, por la escurana; pero se oye un cuchareyo como rascádue
cusuco.
—Veya
no lo joda una culebra, por baboso...
Luciano
Pereira encendió un jójoro, y miró tieso. Luego que se hubo apagado la llama,
se volvió hacia Moncho y le dijo, feliz:
—Es un
mistiricuco.
Desapareció en
la cueva; y a poco volvió a mostrarse, trayendo en la camisa un envoltorio
misterioso. Se montó en la ojiva y, tirando de un extremo de la cuerda,
ató el envoltorio y lo fue bajando con cautela. Moncho había soltado el balde a
media leche y esperaba, con los brazos en alto.
—No lo
dejés dir, baboso.
—No,
O...
Desenvuelto
con precaución, después de atada una pata, el mistiricuco quedó parado en una
piedra del corral. No intentaba volarse, porque nada veían, en la lumbre
del día, sus ojos de bamba piruja, abiertos y fijos como ojos de venado: désos que cayen del
bejuco y se quedan mirando el cielo, desde el potrero, con un terror sin pispileyo.
De vez en cuando un ligero tastaseyo le venía en los cachetes y hablaba
palabras sin sonido, girando la cabeza sobre los hombros, como un títere
de cordel.
—Pobrecito,
oyó... Devolverlo al hoyo.
—Devolverlo
vos, si tanta gana tenes; yo no me incaramo otra vuelta.
—¿Y
qué vas hacer con él?...
—Ái que
se quede.
—Trayen
la suerte, hombre; llevátelo.
—Lo guá
descabezar diún machetazo.
—No seya
bárbaro, compañero; adémelo a mí...
—¿Qué
vas hacer con él?...
—Eso
es cosa miya: adéjemelo.
Cuando Luciano
Pereira se hubo alejado, cantando, por el ixcanalar que da al río, Moncho se quedó mirando
el mistiricuco, mientras se rascaba la crencha. Tomó una resolución.
Tanteó una persoga al gancho, varias veces, hasta que logró trabarla; y después
de envolver el ave agorera con su camisa, como había hecho el otro, empezó a
subir, llevándola en los dientes.
Por fin pudo
llegar al hoyo; desató el lío y dejó el pájaro en el fondo. Cuando iba a
descender, oyó el graznido trágico del mistiricuco; y recordó al momento que
"cuando el tecolote canta el indio muere".Empezó a bajar con miedo.
Se dio cuenta de lo mal que había enganchado la persoga. Cerró los ojos.
Cayó... Abrió, por última vez, los párpados mansos, y miró las caras
inclinadas sobre él.
—Quedó
paradito el pobrecito, en su nido... —dijo sonriendo, y cerró los ojos.
Entuavía
alcanzó la voz de ño Macario, que decía:
—Traye
la suerte y traye la muerte. Tal vez la suerte es una muerte; tal vez la muerte
es una suerte.
CUENTOS
DE BARRO --- SALARRUÉ---
El mistiricuco del amate de la Hacienda Mos Romero e c
ResponderEliminarAhí viene el cuco y te comerá
ResponderEliminarNo pos le apareció por baboso yo no beyia nada
ResponderEliminarno entendi nada
ResponderEliminar