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miércoles, 1 de febrero de 2012

El Maishtro





Terminada la faena de escuela, don Tacho cerraba el zaguán. Un frescor oloroso a tierra de rincón barrido, llenaba el sombrío portalón. Apretaba la tranca; y, ya solo, aislado en la frescura de las cuatro de la tarde —tarde de pueblo encumbrado y neblinoso—, iba por las podaderas y entraba al jardín.

El jardín estaba en el traspatio. Junto al tapial de la casa vecina, crecía la parra de jazmín, anidada toda ella, anidada y dormida en el tapexco de bambú. Dos rosales, una gemela, un matocho de jacintos, unos platanillos pringados; unas chinas, dos naranjitos; un icaco, un borbollón de zacatelimón y uno quiotro montecito, no arrancado por no identificado. En un barril, hundido hasta la mitad en el suelo, estaba el agua llovida para el riego.

Don Tacho sabía bien qué hacer. Iba y venía; se acucharaba; se ponía en puntillas, aterraba o escarbaba según el caso. En la galera aledaña, la mula zonta le miraba trabajar, con un placer rayano en amor. Se sacudía las ancas, flacas y canosas, y se dormía viendo al amo en su tarea.

Don Tacho era bajito, carnudo; dulce, moreno y calvo. Andaba siempre en camisa, con la correya angosta bien ceñida bajo el ombligo. Su calva relucía como una berenjena; era una berenjena de treinta colones mensuales, impagables.
Vecina vivía la niña Meches, hija del agente del "Diario". Como el tapial era bajito, ella se subía en unos adobes; y, de codos sobre el pretil, miraba sonriente a don Tacho. Esta vez no tardó.

—¿Cómo van sus jlores?...
—¡Ah, niña Meches..., no dan; no dan, no sé qué pasa!... Quizá el zompopo, o quizá lagua es mala, o la tierra; todo se va en vicio y no florea. Mire ésta, mire aquí: están todos mero chipes...
—Abónelos con kakevaca.
—¡Si los abono! Todo el barrido de la muí ¿la se los echo: ya usté ve cómo
 los cuido todas las tardes y por las mañanas. Tengo mala mano...
—Es que se le va el jluido en los niños
         —¿Cree?...
—El jardín luagarra cansado.
—Miagarra cansado y...

"Y con hambre", iba a decir, mas se detuvo. Miró a la niña Meches con su cara buenota de luna negativa; por sus dientes anchos corrió una miel paternal:

—Usté sí que es chulísima. Pegó bien a la tierra.
—¡Ah, usté!...

Él sacó del trasero su amplio pañuelo amarillo y se lo pasó por el cráneo, sin dejar de mirarla.

—¡Ay... qué felicidá es verla a usté! ¡Tan fresca, tan joven, tan chula!...
—Si mestá enamorando, me
 voy.
—No
 se vaya. Es laura del descanso.
—Si és que usté mestá chuliando. ¿Se va estar en juicio?

Don Tacho se rió de buena gana. Guardó su pañuelo en el trasero, se acercó al tapial y tomó en las suyas la mano pálida, fina, tibia de la joven —¿A que le digo la suerte?...

—¡Vaya!...
Del pecho de la camisa sacó las gafas y se las puso; le dio vuelta a la mano, descubriendo la palma sonrosada; cogió aquella hoja de carne por la punta, hizo presión para pandearla y la miró fijo.

—¡Qué mapa del cielo tiene usté aquí! Este es el río de la Virgen...

Le clavó los lentes a un palmo de la cara.

—No me chiste; dígame la suerte.

Volvió a mirar, pasó el índice muy suave y lentamente por la página trémula. Como si hubiera echado raíces, por las piernas le subía de la tierra dulce savia, que embriagaba como vino. Llegaba al corazón y hacía marea. Todo el mundo se deshacía alrededor como una nube; sentía que iba a florecer palabras de amor. Ella comprendía y, sin embargo, estaba clavada sin remedio. Ya a punto de hablar, le detuvo el clarín de un gallo. Las cosas se cuajaron en torno. Volvió a sentirse calvo, viejo y pobre. De sus ojos cayó a la palma de la mano una lágrima gruesa.

—¡Queseso!...

Reaccionó bruscamente, tragó saliva; volvió a correr por sus dientes una miel paternal y dijo,
señalando con firmeza:

Eso, eso, hija mía..., es el río del tiempo…

Cuentos de Barro –Salarrue--



1 comentario:

  1. es buena la información sola mente escriban lo con el análisis xfa

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